Ya la producción está en marcha, y aún no tenemos teatro para estrenar. ¿Qué tal éste? Una reina hace cola en la taquilla... No. Espía a los gestores subida a un taburete. Es Isabel II. La plaza lleva su nombre. Eso dicen las placas que hay en cada esquina. Pero nadie conoce la plaza por el nombre de la reina, sino por el nombre del teatro. "Ópera". También la estación de metro que hay a sus pies desconoce que está en la plaza de la reina. Las estaciones de metro llevan el nombre de la calle o plaza en la que están. Pero no el nombre oficial, sino el nombre rebautizado por el pueblo. La plaza de Fernández Ladreda tiene forma de elipsis, y ya nunca nadie la llamó por su nombre, sino Plaza Elíptica. Su metro se llama, pues, "Plaza Elíptica". La Glorieta de Carlos V sólo se llama así en los mapas, pero nadie sabe donde está. Es Atocha. "Metro Atocha". Lo mismo pasa con esta plaza en la que está nuestro teatro. Nadie sabe que su nombre oficial es el de una reina, pese a que ella trata de que la recuerden haciéndose ver día y noche, nieve o caiga el sol a plomo. "Metro Ópera". A lo mejor la reina se hubiera ofendido, de no ser tan dura y no estar tan alta y tener mejor oído y mejor vista. Pero su hija no. Su hija, a la que también el pueblo rebautizó y pasó de llamarla "infanta" a llamarla "La Chata", seguramente se ha reencarnado en una de esas mujeres que compran o venden baratijas artesanas en el mercadillo que hay a los pies de su graciosa madre y majestad. Estas son las magníficas victorias inapelables del pueblo soberano. Mandarán otros sobre sus vidas, pero sobre las palabras, manda el pueblo. Para siempre. En este caso el pueblo ha dejado claro que el teatro es más importante que la monarquía. Y como quien pasa por taquilla es el pueblo, y de eso vive nuestra compañía, éste es el teatro elegido.